El miércoles por la tarde-noche tuve ocasión de asistir por primera vez a un parto, algo que supongo que todo estudiante de Medicina desea ver.
Afortunadamente para la madre fue un parto bastante rápido y sin complicaciones. La propia mujer rompió aguas por la mañana y por la tarde solo hubo que conducir el parto, que comenzó a eso de las 6 de la tarde y se prolongó hasta las 10 y pico de la noche, lo cual no es mucho tiempo para un parto normal.
Las expectativas eran altas y quizá por eso resultó algo decepcionante. Desde luego lo que sí me quedó claro es que los partos no son en absoluto como los de la tele. Nada de gritos ni de niños que salen apenas sin esfuerzo y ya limpios. La niña, a la que le pusieron el nombre de Uxía nació muy sucia por el líquido aminiótico y la sangre.
El otro mito que cayó para mí es el de la belleza del parto. En absoluto. Se trata de un espectáculo dantesco, mucho más sangriento de lo que me había imaginado y nada agradable de ver por mucho que se diga. Eso sí, también es verdad que al final vale la pena para la madre. Es increíble lo relajada y tranquila que se quedó tras haber dado a luz. Lo cierto es que en el momento culminante del proceso, con la niña saliendo también a mí me embargó la emoción y por un momento pensé que me iba a poner a llorar como una magdalena igual que el padre. Por suerte para mí, solo fue un instante de debilidad. Después de limpiar a la recién nacida y comprobar que estaba sana, pude ver la expulsión de la placenta, mucho más grande de lo que había imaginado siempre (460 gr).
Si lo mejor fue el momento de la expulsión de la niña, lo peor fue desde luego la episiotomía. Aunque es un cortecito indoloro para la madre lo cierto es que da bastante grima verlo, supongo que por la zona donde se hace, y eso que yo no soy mujer. A mí compañera Noralba le dolió más que a mí.
Otra cosa que también me sorprendió es que todo el trabajo lo hace la comadrona casi sin ayuda. En un parto normal no interviene para nada el médico, otro mito televisivo que se vino abajo.
Después de esta experiencia única creo que puedo decir definitivamente que la Ginecología y Obstetricia es una especialidad más que pasa a engrosar mi lista de descartes. Aunque es algo maravilloso para los padres, desde luego no es nada agradable de ver ni de hacer eso de parir.
Afortunadamente para la madre fue un parto bastante rápido y sin complicaciones. La propia mujer rompió aguas por la mañana y por la tarde solo hubo que conducir el parto, que comenzó a eso de las 6 de la tarde y se prolongó hasta las 10 y pico de la noche, lo cual no es mucho tiempo para un parto normal.
Las expectativas eran altas y quizá por eso resultó algo decepcionante. Desde luego lo que sí me quedó claro es que los partos no son en absoluto como los de la tele. Nada de gritos ni de niños que salen apenas sin esfuerzo y ya limpios. La niña, a la que le pusieron el nombre de Uxía nació muy sucia por el líquido aminiótico y la sangre.
El otro mito que cayó para mí es el de la belleza del parto. En absoluto. Se trata de un espectáculo dantesco, mucho más sangriento de lo que me había imaginado y nada agradable de ver por mucho que se diga. Eso sí, también es verdad que al final vale la pena para la madre. Es increíble lo relajada y tranquila que se quedó tras haber dado a luz. Lo cierto es que en el momento culminante del proceso, con la niña saliendo también a mí me embargó la emoción y por un momento pensé que me iba a poner a llorar como una magdalena igual que el padre. Por suerte para mí, solo fue un instante de debilidad. Después de limpiar a la recién nacida y comprobar que estaba sana, pude ver la expulsión de la placenta, mucho más grande de lo que había imaginado siempre (460 gr).
Si lo mejor fue el momento de la expulsión de la niña, lo peor fue desde luego la episiotomía. Aunque es un cortecito indoloro para la madre lo cierto es que da bastante grima verlo, supongo que por la zona donde se hace, y eso que yo no soy mujer. A mí compañera Noralba le dolió más que a mí.
Otra cosa que también me sorprendió es que todo el trabajo lo hace la comadrona casi sin ayuda. En un parto normal no interviene para nada el médico, otro mito televisivo que se vino abajo.
Después de esta experiencia única creo que puedo decir definitivamente que la Ginecología y Obstetricia es una especialidad más que pasa a engrosar mi lista de descartes. Aunque es algo maravilloso para los padres, desde luego no es nada agradable de ver ni de hacer eso de parir.
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